Alejandro García Ingrisano

Opinión de literatura, política, cine, toros…

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Los Grandes de la Copla de Manuel Román, en Libertad Digital

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Repaso indispensable a la historia de la copla

Manuel Román ha publicado un estudio de la copla monumental, completísimo y no por ello menos entretenido. Una obra esencial para aficionados y curiosos de la canción española.

‘Los Grandes de la Copla’ se publicó por primera vez en 1993, pero la edición que hoy nos ocupa ha sido corregida, aumentada y puesta al día. Desde los primeros pasos del cuplé hasta nuestros días, Román traza un retrato de los protagonistas del género, de Imperio Argentina a Isabel Pantoja pasando por todas las leyendas: Conchita Piquer, Antonio Molina, Lola Flores, Imperio de Triana o Rocío Jurado. Esto no le impide repasar la trayectoria de intérpretes menores y sobre todo de ser capaz de dibujar la relación entre la copla y otros ámbitos de la vida española.

Así, el lector podrá repasar la relación entre la copla y otros géneros musicales, como el flamenco, la rumba o la música sinfónica, repasando la biografía de Peret y tratando a compositores como Albéniz o Granados; entre la copla y la poesía, haciendo Lorca, Alberti y otros su aparición en estas páginas; entre la copla y el cine, ya que se tratan extensamente los trabajos cinematográficos de varios intérpretes de la canción española; entre la copla y los toros (Román también es autor de un libro específico del tema, titulado ‘La Copla y los Toros’); y sobre todo entre la copla y la política. En este sentido, quizá lo más interesante sea ver cómo tanto Franco como Negrín, los políticos del régimen y los exiliados republicanos disfrutaban por igual de la canción española, ya fuera de Celia Gámez o de Miguel de Molina.

Román escribe como habla, lo cual como sabe cualquier oyente de su programa esCopla, es un elogio. El lector puede disfrutar de su estilo directo, claro y castizo, que recuerda a escritores como Díaz Cañabate, y de su particular prosodia, muy oral, como decimos. Gracias a este estilo dota a la narración de una agilidad que invita a no dejar el libro ni un momento, y las casi 500 páginas con las que cuenta no se le harán pesadas al lector: todo lo contrario.

Dividido en 12 capítulos cronológicamente ordenados, el libro hace un estudio de la copla a través de sus protagonistas, con apuntes biográficos y artísticos de estos. Y aunque Román no es enemigo de tratar las controversias y rencillas entre artistas, es encomiable su alergia al amarillismo y su manejo respetuoso de algunos conflictos sonados.

Lógicamente, son los capítulos iniciales y centrales los más luminosos del libro, mientras que los finales tratan un género en decadencia. Como dice el propio autor: “Tres cuartos de siglo cumplirá pronto la copla. No hemos de quejarnos si hoy suena, a veces, con otros ecos diferentes a los de su nacencia. La vida sigue y hay que condescender a veces con los nuevo tiempos. Lo importante es que no se apague nunca la llama de este género tan español como popular”.

El libro viene completo con una selección discográfica y una bibliografía básica, aunque se echa de menos, y mucho, un índice onomástico. Pensamos que es éste el requisito que le falta a ‘Los Grandes de la Copla’ para ser un libro definitivo, aunque confiamos en que una nueva reedición subsane este detalle y nos brinde un estudio, ahora sí, incontestable. De lo que no cabe duda es que este trabajo contibuirá de forma decisiva a mantener viva esa llama a la que hace referencia Román.

Versión no editada del artículo aparecido en Libertad Digital.

Directores de cine españoles en el extranjero – Revista Tiempo

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… Y Nos Reciben con Alegría

Cada vez son más los directores españoles que se van a rodar a EEUU o a cualquier otro país, con presupuesto y actores extranjeros. Berlanga se habría emocionado viendo cómo nos acogen.

Antes venían ellos a rodar aquí, porque era mucho más barato, y les recibíamos, berlanguianamente, no ya con alegría sino con euforia; admirábamos el tronío de ese gran pueblo con poderío, porque venían cargados de dólares y pagaban el triple por todo. Ahora es al revés. En plena crisis, hay una oleada de directores españoles que se van a rodar a Estados Unidos, aunque los motivos son muy variados. Desde la pura estadística (o con eso bromea Luis Berdejo) a los contactos personales o a facilidades económicas. Pero cada vez más directores españoles se van a rodar fuera.

Es verdad que la historia de los españoles en Hollywood ha sido casi siempre cosa de actores. Los pioneros, antepasados profesionales de los Bardem y Banderas, hacían versiones en español de películas que habían tenido éxito en EEUU. Entre Rafael Rivelles, María Ladrón de Guevara, Catalina Bárcena o Julio Peña sí que llegaron algunos dramaturgos como Gregorio Martínez Sierra y Enrique Jardiel Poncela. También se montó una sucursal de Hollywood en París, los estudios Joinville, donde Imperio Argentina rodó películas como Su noche de bodas, ¿Cuándo te suicidas? o Melodía de arrabal, con José Isbert, Maurice Chevalier o Carlos Gardel. Mejor es reír fue dirigida por Florián Rey y adaptada por Pedro Muñoz Seca. Ninguno de los dos dio el salto a Estados Unidos.

Durante el franquismo no es España la que va a Hollywood, sino Hollywood la que viene a España. Aquí se rodaron 55 días en Pekín, Doctor Zhivago y El Cid, entre muchas otras. Precisamente el director de esta última, Anthony Mann, estuvo casado con Sara Montiel, una excepción en esta época, ya que rodó tres películas en EEUU: Veracruz, Serenata y Yuma. Pero casi todos los papeles hispánicos en Hollywood son cosa de mexicanos. Se suceden también nominaciones sin fortuna al Oscar. Juan Antonio Bardem, Berlanga, Francisco Rovira Beleta, Jaime de Armiñán y Carlos Saura vuelven de la ceremonia de la academia con las manos vacías. También Europa mira hacia nuestro país, y producciones como los spaghetti western utilizan localizaciones y equipos técnicos y artísticos españoles. No parecía haber excesivo interés en España por probar fortuna fuera. La barrera lingüística y una realidad sociopolítica bastante excepcional cierran tanto nuestros productos como a nuestros profesionales al exterior. Pero llega el año 1982 y José Luis Garci gana el Oscar por Volver a empezar. El cine español comienza a recibir la atención de la industria estadounidense. Fernando Trueba ganará con Belle époque en 1992 y rodará Two Much con actores estadounidenses de primera fila. Entretanto, Garci había recibido otras dos nominaciones, por Sesión continua y Asignatura aprobada, y Carlos Saura una más por Carmen. Los éxitos de los directores, luego refrendados por Amenábar y Almodóvar, propician el desembarco de toda una generación de actores, de sobra conocidos.

Aquí vienen.
Pero son más recientes, sin embargo, las incursiones de directores españoles en producciones estadounidenses y europeas. Toda una generación de jóvenes está dando el salto a trabajar en otros países y otras lenguas. Algunos, como David Pastor (codirector, junto con su hermano Álex, de Infectados), porque estudiaron cine en EEUU: “Escribimos un guión en inglés con la idea de trabajar con actores en inglés en un rodaje en España, pero al final la producción fue 100% americana”, dice David. Álex, que había completado sus estudios de cine en Barcelona, se reunió con su hermano en Nueva York.

Otros, como Juan Carlos Fresnadillo, deben su trabajo en el extranjero a la generosidad de alguien que se fijó en su talento: “Gracias a Intacto recibí una invitación de Danny Boyle para dirigir 28 semanas después. Me planté en Londres y estuve allí dos años”. Fresnadillo superó la adaptación a un idioma que no dominaba y firmó una cinta que disfrutó de una gran distribución y posterior acogida mundial. Luis Berdejo (La otra hija) fue quien tomó la decisión de buscar oportunidades en otro lugar: “Pensé que, por una pura cuestión matemática, si en Estados Unidos se hacen más películas tendría más posibilidades de hacer una allí. Había estado a punto de rodar dos veces en España sin éxito, así que me decidí a intentarlo fuera”.

¿Es más difícil entonces conseguir trabajo en España? Nacho Cerdá cree que no. “Trabajar fuera no es la panacea, cuesta arrancar. Las oportunidades son una casualidad”. Él filmó Los abandonados en Bulgaria, en una producción española con participación británica y búlgara pero “con espíritu internacional”. “La carrera de un director no debe estar sujeta a una nacionalidad”, dice. David Pastor abunda en esta idea: “Hay historias que hay que contar en un sitio e historias que hay que contar en otro”. Generalmente hay coincidencia en defender, a pesar de todo, la industria española. “La actitud en EEUU es muy conservadora. En España están más dispuestos a salirse del género”, dice David Pastor. “Allí hay un agujero entre el súper presupuesto y el presupuesto bajísimo”. Algunos directores europeos que se habían ido a Estados Unidos, como Paul Verhoeven, han tenido que volver a sus países de origen ante las dificultades para encontrar financiación para proyectos más personales.

Ah, la globalización.
Nacho Cerdá, que estudió cine en Los Ángeles, explica las diferencias entre ambos lados del Atlántico: “La producción física de una película es un concepto globalizado, pero la producción financiera varía mucho. En Europa el director viene con un proyecto bajo el brazo, mientras que en EEUU al director se le contrata para rodar el proyecto de otra persona”. Cerdá señala que, en muchos casos, el rodaje de una película en EEUU es como el de un spot publicitario, donde “una empresa elabora un concepto y un guión, contrata a un director y luego hace el montaje”. En Europa, el director tiene generalmente más control sobre el producto final. “La industria estadounidense es una máquina que te puede devorar”, zanja Cerdá.

Los hermanos Pastor, Berdejo, Fresnadillo y Cerdá no son los únicos que se han aventurado más allá de nuestras fronteras. Juan Antonio Bayona, director de El orfanato, está ahora embarcado en un proyecto con Ewan McGregor y Naomi Watts. Jaume Collet Serra está en la postproducción de Unknown, con Liam Neeson. Rodrigo Cortés, que sorprendió este año con la película Enterrado, ha fichado a Robert De Niro y a Sigourney Weaver para su nuevo proyecto, Red lights.

A pesar de estas impresionantes credenciales, no todos se encuentran con reacciones positivas al volver a España. Luis Berdejo explica: “En muchas entrevistas y cuestionarios he sido presentado como un tipo resentido con su país, cuando yo nunca he mostrado nada que no sea agradecimiento. Pero parece que eso no vende. Tres de mis cuatro cortos fueron subvencionados, amo España, estoy muy agradecido a los festivales de cortos increíbles que tenemos y, si bien en la industria audiovisual hay ciertos personajes deleznables, no tengo sino gratitud y cariño hacia mi país”.

El cine ha sufrido la misma evolución que cualquier otra industria, y para encontrar trabajo, los jóvenes están dispuestos a irse al extranjero, algunos de forma coyuntural, quizá buscando una salida para un proyecto concreto; otros con más entusiasmo, refiriéndose a industrias que han producido películas que son parte de su educación sentimental. Queda claro que la presencia española en el extranjero ya no es meramente en representación de una franquicia más o menos inestable, sino que como en tantos otros oficios -la moda, las finanzas, la gastronomía- la exportación del talento español es una realidad permanente. Ya no van con la maleta de cartón. Van sabiendo. Y les reciben con alegría.